Comunicación y Educación (IIIº)
Las tics escolares:
La comunicación no puede estar exclusivamente orientada al ámbito de la información; por tal motivo, es preciso entender que la universalidad de los fenómenos comunicativos albergan también comprensiones y representaciones colectivas, expresiones sociales, sentidos compartidos y contextos tan disímiles que, sin lugar a dudas, modelan y decantan la naturaleza misma de la información, amén de caracterizar al individuo mismo en sus múltiples interacciones. La dinámica de las interrelaciones sociales, desde su complejidad, posibilitan los mecanismos de participación con miras al fortalecimiento de la democracia social o institucional y a la construcción de tejido social, permitiendo con ello, la viabilidad de la construcción de una esfera para lo público, a partir de la comunicación pública. Así mismo, se trata de recrear las inmensas posibilidades que emergen desde la comunicación como reconstructora del tejido social, como constructora del desarrollo y como filosofía de vida para hacer visibles a los invisibles, además como espacio para lo público, en el sentido de que este campo integra un proyecto de movilización social a partir de la educación.
Estableciendo una mirada micro sobre esta cuestión, las innovaciones tecnológicas y sus aplicaciones se relacionan íntimamente con el nivel de educación y ciencias de una sociedad. Son el producto de un avanzado desarrollo de investigación y tecnología[1]. Las tics son una instancia más de la comunicación democrática que se debe implementar en las escuelas. Docentes y alumnos deberíamos saber utilizarlas e interpretarlas. Caemos en el error si creemos que incorporar en la escuela televisores, computadoras, juegos didácticos virtuales es estar en la vanguardia tecnológica. Tener aparatos o medios y usarlos no es saber comprenderlos y orientarlos al bien común. Por eso la formación docente es fundamental para crear espacios no solo para debatir acerca del uso de las tics sino a su vez para saber y comprender de lo que se está hablando. Los nuevos docentes deben darle un sentido y un aporte a la comunidad, una herramienta para los trabajos solidarios o formativos. Este es el punto fundamental en el ámbito educativo. Con las tics se acceden a nuevos mundos, conceptos más actualizados, a herramientas informativas y conocimientos vanguardistas. Como dice Martín Barbero, “la transformación de los modos de leer… está dejando sin piso la obstinada identificación de la lectura con lo que atañe solamente al libro y da lugar a la pluralidad y heterogeneidad de textos, relatos, escrituras (orales, visuales, musicales, audiovisuales, telemáticos que hoy circulan”[2].Es por ello que la escuela no debe utilizar solamente el libro (recurso didáctico por excelencia) sino incorporar otras fuentes de información, formación o de entretenimiento que acceden los niños y que nosotros –los docentes- necesitamos de manera urgente reflexionar, saber e interpretar sobre los soportes textuales y visuales que utilizan nuestros hijos, sobre las nuevas maneras de informarse y de entrar a mundos completamente desconocidos por nosotros; sobre la pluralidad de imágenes y los novedosos adiestramientos relativos a nuestras miradas. Si comenzamos a interiorizarnos sobre estas perspectivas seguramente podremos incorporar nuevas maneras de acceder a la cultura letrada o virtual.
La comunicación educativa tiene que ver con el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación. . Parafraseando a Castells, la tecnología y la cultura se van imbricando de manera dinámica: “muchos de los rasgos del paradigma informático, como son la interconexión, la porosidad y la flexibilidad, devienen también de rasgos culturales”. Las nuevas ramas de la industria cultural y las tecnologías informáticas y comunicacionales redefinen radicalmente la comunicación, el acceso a la información y las formas de producir conocimientos. Tornan difusas las fronteras entre aprendizaje activo y recepción pasiva, entre los roles de emisión y de recepción, entre cultura sedimentada (valores, religión, conocimientos heredados) y la cultura contingente (videoclips, telenovelas, videojuegos, chateo, etc) entre la alta y baja cultura, entre lo ilustrado y lo popular, entre lo nacional y lo exógeno. La cultura se abre en su posibilidad de diálogo continuo en todas las direcciones, descentrando sus lugares de producción y de procesamiento. Ante tal magnitud, la educación queda rápidamente en tela de juicio. Se hace difícil, según Martín Hopenhayn[3], incorporar en el ámbito educativo las nuevas tics. El Estado tiene dificultad en hacerse cargo del campo educativo ante estas nuevas fuentes de información, cultura, conocimiento y entretención. Esto es así ya que con estas fuentes se mezclan las funciones formativas / informativas de la industria cultural liviana con las de la industria cultural pesada. Como docentes deberíamos ser concientes que para democratizar la formación y el aprendizaje necesitamos no solo espacios comunicacionales de reflexión, de diálogo, de conocimiento sino también incorporar los distintos soportes tecnológicos y discursivos para fomentar la ampliación y democratización del aprendizaje frente a grupos de distintos ingresos. Al no hacerlo correríamos el riesgo de incrementar aún más las diferencias; denegar las posibilidades de acceso masivo e incrementar aún más la deserción escolar y las diferencias sociales. Las tics facilitan el acceso al conocimiento y a la investigación además de las bibliotecas tradicionales. De todas formas y frente al fanatismo tecnológico, debemos ser concientes y críticos frente al uso de los soportes o medios. Necesitamos formar ciudadanos comprometidos con el desarrollo y progreso de la humanidad: “hoy más que nunca se requiere espíritu crítico frente a la razón instrumental (en tanto razón que anula otras racionalidades), capacidad para discernir selectivamente entre las ventajas de las tecnologías de transmisión de mensajes y el riesgo de reducir el espíritu a la lógica de la mera transmisión; recelo frente a la sobredosis de estímulos mediáticos cuando se convierten en pura secuencia; asertividad personal para no desdibujarse en la seducción de tantas texturas que circulan por la superficie sin textura del monitor”[4]. La escuela es una institución entre otras que compite por ejercer la hegemonía del conocimiento, que debería infundar habilidades que permitan a los estudiantes expresarse en un entorno multimedia y entender a la alfabetización como un proceso permanente que se liga a los diferentes alfabetos de un mundo postmoderno – mediático, multicultural y de aceleración al cambio. Por tal motivo, Orozco propone la “pedagogía crítica de la representación”[5] que abre en la clase el debate sobre la recepción de los medios. La educación debe estar al tanto del hipertexto que mezcla la lectoescritura, la oralidad y la cultura por imágenes. Según el soporte que se seleccione - comunicación letrada, acústica o visual - esto incidirá en la forma de adquirir, procesar o difundir los conocimientos. De todas formas, frente a la cultura letrada, el hipertexto transgrede al sistema establecido, no sólo en contenidos sino también en estilos de aprendizaje y enseñanzas. Ahora bien, por más que lo transgreda no lo supera. La escuela debe ser el lugar por excelencia en el cual se liman las asperezas de las tensiones entre la cultura escolar y la cultura juvenil, entre la razón instrumental y la producción de sentido.[6] La reflexión crítica y una dosis saludable de enciclopedismo tiene que estar en la base de las prácticas del aprendizaje con esas tecnologías: “si la inclusión social pasa cada vez más por el acceso al conocimiento, la participación en redes y el uso de tecnologías actualizadas de información y comunicación, el sistema de educación formal es la clave para difundir ese acceso. Pero, por otro, esto no significa que la “digitalización” de la educación nos ilumine y libere a los educandos de los vestigios… de la ignorancia”.[7]
Debemos fomentar una formación docente que se oriente a tal realidad comunicacional y mediática. La gestión del conocimiento, la formación de competencias, organizaciones que aprenden, e – learning o teleformación son apenas la punta del iceberg de la irrupción de ese nuevo panorama. Vivimos en una sociedad del conocimiento que también es una sociedad del aprendizaje[8]. Actualmente debemos preguntarnos si algunas cosas que estamos enseñando sirven para los requerimientos que prevalecen en nuestra sociedad. O si realmente damos lugar en la escuela a los nuevos recursos tecnológicos. Para López y Leal “se está formando a las personas para una sociedad que ha dejado de existir”[9]. La escuela y nosotros como formadores de formadores sabemos que en reiteradas ocasiones los aprendizajes abandonan los marcos formativos formales y se propagan por otros espacios no formales[10]: somos parte de una sociedad donde se informa constantemente y en cualquier circunstancia. Pero hoy más que nunca la escuela debe ocupar el lugar del saber por excelencia. Sobreabunda la información pero no la formación. El conocimiento circula por todos lados pero el modo y la manera de poder aplicarlo ética, moral y productivamente en la sociedad debe estar guiado y estimulado por los docentes. En esta sociedad del conocimiento se adquieren nuevos procesos de aprendizajes. Ya que nos encontramos con que el sujeto social debe aprender cotidianamente y saber manipular el conocimiento, la escuela debe formar y educar, crear espacios de educación permanente; de darle a los futuros docente herramientas para desarrollar estrategias y poder resolver situaciones conflictivas; de entender lo que se aprende de tal forma que pueda adaptarlo a nuevas situaciones que se transforman rápidamente. Para finalizar, García Muñoz considera que la formación y los aprendizajes siempre son actividades orientadas al futuro, instrumentos para el cambio; pero ocurre una gran paradoja en el momento actual. Mientras que la sociedad industrial reforzaba una visión más estática y pasiva de los procesos de aprendizaje y de formación, la sociedad del conocimiento, de la mano de los cambios tecnológicos estimula la dimensión más activa y transformadora de estos procesos. Para finalizar este último autor considera que en la sociedad industrial se partía del convencimiento de que las personas no cambiarían de profesión a lo largo de la vida y que los aprendizajes se concebían como hitos puntuales, etapas que tendían a concentrarse en la formación inicial, en períodos iniciales imaginados como fases preparatorias para el ingreso en la vida laboral activa. Actualmente los procesos de aprendizaje y los sistemas formativos dominantes todavía suelen conceder más importancia a los resultados que a los propios procesos de aprender. Y aquí surge el desfase, aparte de generar frustración y desmotivación a quienes esperan más de la formación de lo que están recibiendo realmente[11]. Por tanto, La escuela debe afrontar ese desfase y ser el lugar que brinde herramientas acordes a los nuevos desafíos sociales y culturales.
En lugar de concluir: hacia una comunicación pedagógica
Consideramos que la comunicación es la base de toda relación humana. Y el ámbito educativo es el lugar por excelencia donde debe desarrollarse un correcto y transparente diálogo entre los individuos. Si bien existen materias pedagógicas sobre las didácticas para llevar a cabo distintas clases, es necesario a su vez una instancia curricular destinada a los modos comunicacionales que se llevan a cabo en las aulas. Decimos esto porque muchas veces parecería ser que manejamos códigos distintos entre docentes y entre docentes y alumnos. Como educadores deberíamos interiorizarnos sobre las prácticas comunicacionales –aquí se incluye el uso de las tics- y sus perspectivas distintas. La pedagogía contemporánea cuenta entre sus aportes fundamentales la ampliación del concepto de la educación. La pedagogía es la teoría que permite llevar a cabo un acto, en este caso es el acto de la educación. Si bien hoy en día se puede decir que la Pedagogía está al mando como disciplina omnicomprensiva y reflexiva de todo lo que ocurre en la educación, debería estar al tanto de los nuevos desafíos tecnológicos y comunicacionales del siglo XXI.
Es necesario una relación simétrica entre profesor y alumno en cuanto a lo comunicacional. Esta concepción horizontal que incentiva su carácter dialógico es fundamental para desarrollar clases participativas, reflexivas o creativas. De todas formas, esta relación simétrica no debe ocultar la relación pedagógica por excelencia y que atañe a los roles definidos entre docentes y alumnos. Toda relación exclusivamente educativa y en proceso de formación académica debe ser asimétrica: el docente debe ser quien enseña y quien guíe a los alumnos. Siempre respetando los saberes previos y a todo diálogo que pueda surgir en las clases participativas y no meramente expositivas. La idea de impulsar una Pedagogía del Sentido es ubicada por Daniel Prieto Castillo[12] en la elaboración alternativa de procesos comunicativos, lo cual llevado a la educación implica la construcción de conocimientos a partir de uno mismo, es decir, construir es construirse. El proceso culminante de todo aprendizaje se da cuando se internalizan los conocimientos. Uno es a partir del arte, del juego, por las interacciones y por los encuentros con los otros seres. El diálogo es fundamental para que surjan nuevas ideas y reestructuren viejas ideas; o en el mejor de los casos, se originen ideas superlativas o complementarias. La relación comunicacional y educativa entre docente y alumno es esencial porque el saber del profesor y su función comunicativa y afectiva posibilitan que los alumnos generen o adquieran nuevas competencias que desarrollen su personalidad y sus conocimientos. Así sucede con los elementos que aportan la educación, la cultura, el mundo social circundante y las herramientas informáticas y comunicacionales que democratizan el fluir de la información. Los futuros docentes necesitan crearse en un espacio educativo y comunicacional porque si desde su formación van experimentando este modo de desarrollar nuestro lenguaje y nuestra manera de comunicarnos, seguramente lo apliquen con sus próximos “discípulos”. Para Luz Moreno[13] el diálogo es la síntesis entre la acción y reflexión vertidas en la praxis, de lo contrario el sentido de la actividad comunicativa y por lo tanto, la educativa se reduce a la palabrería, el verbalismo y el activismo:
Esa autora sintetiza que desde el plano educativo la comunicación tiene entonces como objeto a) buscar la expresión de los participantes, b) ejercer la calidad humana, c) interactuar, d) gozar, e) proyectarse, f) afirmar el propio ser, g) sentirse y sentir a los demás, h) abrirse al mundo y i) apropiarse de uno mismo. Lo cual se refleja en situaciones de trabajo donde los grupos colaboran con seriedad y alegría, prevalece el intercambio de experiencias, se desarrollan materiales de apoyo en los que se fundamenta la argumentación, el discurso pertenece a todos, se observa una continua participación, etc. que atenta contra el asistencialismo -pasividad en el aula- en el que se elimina el sentido de responsabilidad entre los participantes del grupo. Es fundamental el carácter dialógico en las aulas ya que la pedagogía del sentido vuelve a tener su rol principal rescatando la recuperación de los valores comunicacionales y educativos. Y es a partir de este enfoque que los docentes y alumnos hacen propio el medio donde se desenvuelven, se interesan por la realidad que les toca vivir y se comprometen con el pasado, presente y proyectan sus visiones hacia el futuro. Y por sobre todas las cosas, un ámbito democrático permitirá que la comunicación esté aplicada a los procesos de producción de conocimientos. Si el aporte de las tics facilita esa producción, bienvenido sea pero deberemos ser concientes y cuidadosos al utilizarlas e internalizar su rol positivo en la sociedad. Es la escuela unos de los lugares por excelencia donde debemos aprender a manejar esas herramientas informáticas; incorporar los espacios de la formación, de la educación, de la deliberación, el debate y la reflexión. Es precisamente en este lugar donde se debe desarrollar una comunicación para la libertad; una comunicación no alienante, una comunicación donde no hay emisores y receptores pasivos, sino interlocutores de un vasto diálogo multicultural, pluralista, tolerante, en esa fecunda encrucijada entre cultura, educación y comunicación que, finalmente, constituyen una sola entidad: la comunicación humana. Comunicación humana que se desarrolla a partir del diálogo. Y qué es el diálogo, se pregunta Freire: es una relación horizontal entre personas que nace de una matriz crítica y genera crítica, se nutre del amor, la humildad, la esperanza, la fe, la confianza. Dice: “Por eso sólo el diálogo comunica. Y cuando los polos del diálogo se ligan así, con amor, esperanza y fe uno en el otro, se hacen críticos en la búsqueda de algo. Se crea, entonces, una relación de simpatía entre ambos. Sólo ahí hay comunicación” (1997a:104)[14].
Bibliografia:
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[1] Ver Schulz, W. “Nuevos Medios de Comunicación” en Globalización, Democracia y Medios de Comunicación, Konrad –Adenauer- Stiftung, CIEDLA, Bs. As., 1999. Pp: 393
[2] Martín Barbero, J.. Heredando el futuro. Pensar la Educación desde la Comunicación, Revista Nómadas, N° 5, Universidad Central, Colombia, septiembre de 1996.
[3] Hopenhayn, M.; Educación, Comunicación y Cultura en la Sociedad de la Información: una perspectiva latinoamericana, Revista de la Cepal, Diciembre de 2003.
[4] Hopenhayn, M.; op. cit.; Pp. 35
[5] Orozco, G. Educación, Medios de Difusión y generación de Conocimiento: hacia una pedagogía crítica de la representación; Revista Nómadas, N° 5, Bogotá, Colombia, Universidad Central, septiembre de 1996.
[6] Hopenhayn, M.; op. cit.; Pp. 37
[7] Hopenhayn, M.; op. cit.; Pp. 35
[8] Andy Hargreaves prefiere hablar de sociedad del aprendizaje. Para mayor información ver García Muñoz, T. La Sociedad del Conocimiento. Orientador del IES “Santiago Apóstol”, Almendralejo, España. 2006.
[9] Cita extraída en García Muñoz, T. op. cit. 2006.
[10] Ver Deleuze, G. Conversaciones 1972 – 1990; Versión castellana de J. L. Pardo, Pretextos, Valencia, 1995.
[11] García Muñoz, T. op. cit. 2006
[12] Ver Moreno, L. “La Comunicación en la Educación Formal”, en Revista Razón y Palabra – Primera revista electrónica de Latino América especializada en Comunicación; Número 37; 2004
[13] Moreno, L. op. cit. 2004.
[14] Freire, P. La Educación como práctica de la libertad, 45° Edición, Siglo XXI, Editores México, 1997. Pp: 104.