Comunicación y Educación (Iº)
Profesor: Mg. Mariano G. PELTZ
Formación Docente, Prácticas Comunicacionales y uso de las Tics
De dónde venimos y hacia dónde vamos
La comunicación –del latín communicatio-onis– establece su finalidad en cuanto a la acción de tener en común algo –del griego koinos– con la implicación de pasar, de lo propio a lo público, mediante un código predeterminado para el entendimiento y la comprensión de un mensaje entre una comunidad –koinos koinéi– de personas. De acuerdo con su naturaleza, la comunicación es la común conformidad de los sujetos sobre el mensaje. Se trata de la conformidad del entendimiento y de la comprensión del mensaje por parte de los sujetos y no una conformidad acerca del consenso de las posturas u opiniones. De aquí su importancia en el ámbito educativo porque la escuela debe ser el espacio donde se comparta la naturaleza misma del mensaje y entendida como su esencia misma. Toda buena formación humana y docente se establece a partir de un correcto proceso de aprendizaje y qué mejor que se produzca partiendo de una clara y efectiva comunicación. En cuanto a la acción social, su conformación se basa en el beneficio mutuo, sea para compartir el conocimiento de algo o para ejecutar una acción conjunta. Comunicar es el acto de ser de la comunicación. A su vez, ésta se dimensiona como la acción del lenguaje que permite la búsqueda del bien común y en cuanto al desenvolvimiento de las personas en una sociedad.
La comunicación debe ser un acto libre pero responsable porque toda sociedad se establece a partir de personas y comunidades organizadas mediante la comunicación. Por otra parte, toda organización es una institución establecida a partir de orden comunicacional: comunicación racional, vertical (burocrática), horizontal, participativa. En las instituciones específicamente educativas la comunicación se relaciona con el conocimiento. En uno de sus varios aspectos, la comunicación es una acción terminada o una acción final, que implica un movimiento desde la voluntad y de la inteligencia para tener en común algo que se comprende por el entendimiento, y que pasa al nivel del conocimiento de quienes interactúan. Es decir, que de la información se pasa a la comunicación. Y éste debería ser en punto exacto para hablar de la educación. La educación pasa por la buena comunicación. No solo la educación y comunicación deben establecerse en el aula. También es necesario reflexionar sobre su aspecto institucional y público. La comunicación y educación públicas son fundamentales para una sociedad democrática y es necesario que su función se establezca en distintos ámbitos de la sociedad que ya son ellas las que forman ciudadanos críticos y reflexivos. En toda sociedad, la comunicación[1] entre los sujetos es uno de los condicionantes estructurales y recíprocos. El diálogo es fundamental para la estructura individual y social. El principio y fin del diálogo entre los sujetos permiten la convivencia, la comprensión, el respeto, la solidaridad, el progreso, el conocimiento y la educación; y en lo individual, la formación de las personas. Formación que se dimensiona desde el ejercicio de la comunicación como participación común del bien y de la verdad, donde el sujeto se forma, se educa y contribuye a la formación de los demás miembros de la comunidad.
La comunicación, la educación y la democracia: un cruce de caminos[2]:
¿Por qué es posible hacer un cruce entre comunicación, educación y lo político? Porque etimológicamente la palabra comunicación se refiere a comunicare (latín), que significa hacer común. En cuanto a lo político, porque al igual que la comunicación buscan entender el quehacer humano. Lo político se relaciona con la comunidad porque le corresponde al ciudadano. Lo político es el arte de elaborar los temas de ciudad y de la ciudadanía y la comunicación es fundamental en lo político porque hace al otro partícipe de lo que uno propone, tiene o desea, entre otros factores. Para sintetizar, “toda política llega a ser comunicación política en el sentido en que la política es constantemente objeto de debates y de comunicaciones” [3] y “todo acto comunicativo es un acto político”[4] (Medina y García, 2001, p. 56). En principio la palabra educación proviene del prefijo "ex" que significa sacar hacia delante y de la raíz "ducere" que significa conducir o guiar. Así educar implica la capacidad de sacar adelante a la persona. Por su parte, el origen de la palabra profesor proviene de de pro fatio, que significa disponerse a hablar[5]. De aquí surge la vital importancia entre educar y comunicar lo que se quiere educar.[6] Entender el quehacer humano es fundamental para luego poder enseñar algo. No podemos enseñar si no conocemos las competencias lingüísticas, las prácticas culturales y los imaginarios sociales de nuestros alumnos. Aquí debe establecerse la relación simétrica entre las personas; relación simétrica comunicacional que nada tiene que ver con la relación asimétrica en el proceso de enseñanza formal. La comunicación oral y horizontal debe ser nuestra base del entendimiento siempre y cuando compartamos los mismos códigos. El quiebre que estamos teniendo en las escuelas de formación docente es justamente el quiebre del entendimiento, la ruptura que existe con las competencias culturales entre los que estudian magisterio y los que enseñan. Mayor aún será el que distancia a los docentes con sus alumnos niños o adolescentes. Por lo tanto, es necesario compartir –a partir de las diferencias- la misma mirada, la misma oralidad, el mundo de la vida y la comunicación vivencial. Una vez establecida esta interrelación es posible incorporar en las escuelas distintos soportes discursivos, distintos medios entendidos ya no como meros medios o artefactos tecnológicos sino como herramientas que hacen un contacto humano comunicacional que transciende los tics y que incorpora el accionar responsable de las personas[7].
Para Botero Montoya la comunicación se relaciona con lo humano y tiene las siguientes características: a-La comunicación es el proceso simbólico humano por excelencia; b-La comunicación es un proceso activo que permite a las personas, a través de referentes comunes, hacer construcciones colectivas para el desarrollo de la sociedad; c-La comunicación permite la construcción de la cultura, ya que como proceso generador de una serie de relaciones e interacciones, a través del intercambio de mensajes, posibilita la convivencia e intercambiar sentidos; d-La comunicación es co-permitir ver; es un acto de búsqueda de sentidos; es un espacio para la interacción humana; la comunicación es constitución y constitutivo de lo humano. Por ello, no se puede asumir la comunicación desde la concepción instrumental y positivista, influenciada por la teoría matemática y el racionalismo de operaciones y de sistemas que reduce el concepto de comunicación a la transmisión de mensajes, es decir, a su acepción excluyente de información y al esquema de transmitir señales mediante un código común entre emisor y receptor, ni tampoco se puede asimilar la comunicación exclusivamente como equivalente con el concepto de redes en la llamada sociedad de la información. La comunicación además de su esencia misma, es una palabra que implica a su vez responsabilidad, educación, formación y buen comportamiento ciudadano. Botero Montoya sintetiza de la siguiente manera a la comunicación: “para hablar de comunicación es necesario hablar de ética y de democracia. Si la comunicación no contribuye a formar posiciones éticas frente al quehacer del ciudadano, y si aquella no contribuye a la formación, a la educación y a la consolidación de la democracia, entonces no se puede hablar de comunicación. Desde esta perspectiva, la comunicación por naturaleza tiene una función que le es propia: lo político que es público”. (B. M.; 2008)[8].
La comunicación –del latín communicatio-onis– establece su finalidad en cuanto a la acción de tener en común algo –del griego koinos– con la implicación de pasar, de lo propio a lo público, mediante un código predeterminado para el entendimiento y la comprensión de un mensaje entre una comunidad –koinos koinéi– de personas. De acuerdo con su naturaleza, la comunicación es la común conformidad de los sujetos sobre el mensaje. Se trata de la conformidad del entendimiento y de la comprensión del mensaje por parte de los sujetos y no una conformidad acerca del consenso de las posturas u opiniones. De aquí su importancia en el ámbito educativo porque la escuela debe ser el espacio donde se comparta la naturaleza misma del mensaje y entendida como su esencia misma. Toda buena formación humana y docente se establece a partir de un correcto proceso de aprendizaje y qué mejor que se produzca partiendo de una clara y efectiva comunicación. En cuanto a la acción social, su conformación se basa en el beneficio mutuo, sea para compartir el conocimiento de algo o para ejecutar una acción conjunta. Comunicar es el acto de ser de la comunicación. A su vez, ésta se dimensiona como la acción del lenguaje que permite la búsqueda del bien común y en cuanto al desenvolvimiento de las personas en una sociedad.
La comunicación debe ser un acto libre pero responsable porque toda sociedad se establece a partir de personas y comunidades organizadas mediante la comunicación. Por otra parte, toda organización es una institución establecida a partir de orden comunicacional: comunicación racional, vertical (burocrática), horizontal, participativa. En las instituciones específicamente educativas la comunicación se relaciona con el conocimiento. En uno de sus varios aspectos, la comunicación es una acción terminada o una acción final, que implica un movimiento desde la voluntad y de la inteligencia para tener en común algo que se comprende por el entendimiento, y que pasa al nivel del conocimiento de quienes interactúan. Es decir, que de la información se pasa a la comunicación. Y éste debería ser en punto exacto para hablar de la educación. La educación pasa por la buena comunicación. No solo la educación y comunicación deben establecerse en el aula. También es necesario reflexionar sobre su aspecto institucional y público. La comunicación y educación públicas son fundamentales para una sociedad democrática y es necesario que su función se establezca en distintos ámbitos de la sociedad que ya son ellas las que forman ciudadanos críticos y reflexivos. En toda sociedad, la comunicación[1] entre los sujetos es uno de los condicionantes estructurales y recíprocos. El diálogo es fundamental para la estructura individual y social. El principio y fin del diálogo entre los sujetos permiten la convivencia, la comprensión, el respeto, la solidaridad, el progreso, el conocimiento y la educación; y en lo individual, la formación de las personas. Formación que se dimensiona desde el ejercicio de la comunicación como participación común del bien y de la verdad, donde el sujeto se forma, se educa y contribuye a la formación de los demás miembros de la comunidad.
La comunicación, la educación y la democracia: un cruce de caminos[2]:
¿Por qué es posible hacer un cruce entre comunicación, educación y lo político? Porque etimológicamente la palabra comunicación se refiere a comunicare (latín), que significa hacer común. En cuanto a lo político, porque al igual que la comunicación buscan entender el quehacer humano. Lo político se relaciona con la comunidad porque le corresponde al ciudadano. Lo político es el arte de elaborar los temas de ciudad y de la ciudadanía y la comunicación es fundamental en lo político porque hace al otro partícipe de lo que uno propone, tiene o desea, entre otros factores. Para sintetizar, “toda política llega a ser comunicación política en el sentido en que la política es constantemente objeto de debates y de comunicaciones” [3] y “todo acto comunicativo es un acto político”[4] (Medina y García, 2001, p. 56). En principio la palabra educación proviene del prefijo "ex" que significa sacar hacia delante y de la raíz "ducere" que significa conducir o guiar. Así educar implica la capacidad de sacar adelante a la persona. Por su parte, el origen de la palabra profesor proviene de de pro fatio, que significa disponerse a hablar[5]. De aquí surge la vital importancia entre educar y comunicar lo que se quiere educar.[6] Entender el quehacer humano es fundamental para luego poder enseñar algo. No podemos enseñar si no conocemos las competencias lingüísticas, las prácticas culturales y los imaginarios sociales de nuestros alumnos. Aquí debe establecerse la relación simétrica entre las personas; relación simétrica comunicacional que nada tiene que ver con la relación asimétrica en el proceso de enseñanza formal. La comunicación oral y horizontal debe ser nuestra base del entendimiento siempre y cuando compartamos los mismos códigos. El quiebre que estamos teniendo en las escuelas de formación docente es justamente el quiebre del entendimiento, la ruptura que existe con las competencias culturales entre los que estudian magisterio y los que enseñan. Mayor aún será el que distancia a los docentes con sus alumnos niños o adolescentes. Por lo tanto, es necesario compartir –a partir de las diferencias- la misma mirada, la misma oralidad, el mundo de la vida y la comunicación vivencial. Una vez establecida esta interrelación es posible incorporar en las escuelas distintos soportes discursivos, distintos medios entendidos ya no como meros medios o artefactos tecnológicos sino como herramientas que hacen un contacto humano comunicacional que transciende los tics y que incorpora el accionar responsable de las personas[7].
Para Botero Montoya la comunicación se relaciona con lo humano y tiene las siguientes características: a-La comunicación es el proceso simbólico humano por excelencia; b-La comunicación es un proceso activo que permite a las personas, a través de referentes comunes, hacer construcciones colectivas para el desarrollo de la sociedad; c-La comunicación permite la construcción de la cultura, ya que como proceso generador de una serie de relaciones e interacciones, a través del intercambio de mensajes, posibilita la convivencia e intercambiar sentidos; d-La comunicación es co-permitir ver; es un acto de búsqueda de sentidos; es un espacio para la interacción humana; la comunicación es constitución y constitutivo de lo humano. Por ello, no se puede asumir la comunicación desde la concepción instrumental y positivista, influenciada por la teoría matemática y el racionalismo de operaciones y de sistemas que reduce el concepto de comunicación a la transmisión de mensajes, es decir, a su acepción excluyente de información y al esquema de transmitir señales mediante un código común entre emisor y receptor, ni tampoco se puede asimilar la comunicación exclusivamente como equivalente con el concepto de redes en la llamada sociedad de la información. La comunicación además de su esencia misma, es una palabra que implica a su vez responsabilidad, educación, formación y buen comportamiento ciudadano. Botero Montoya sintetiza de la siguiente manera a la comunicación: “para hablar de comunicación es necesario hablar de ética y de democracia. Si la comunicación no contribuye a formar posiciones éticas frente al quehacer del ciudadano, y si aquella no contribuye a la formación, a la educación y a la consolidación de la democracia, entonces no se puede hablar de comunicación. Desde esta perspectiva, la comunicación por naturaleza tiene una función que le es propia: lo político que es público”. (B. M.; 2008)[8].
[1] La comunicación tiene dos naturalezas que conforman su esencia: naturaleza individual y naturaleza social. Por consiguiente, la naturaleza de la comunicación se determina por la potencia individual que tienen los sujetos para comunicarse con otros –potencia del alma– como causalidades eficientes. A su vez, supone la naturaleza social para la realización de los mismos. En este sentido, su potencia le permite comunicarse con otro, no consigo mismo. Y ese otro puede ser parte de sí mismo –no todo– como una unidad corpórea superior.
[2] Ver Botero Montoya, L. “La comunicación pública: un espacio para la construcción de democracia”. Programa Comunicación y Relaciones Corporativas. Universidad de Medellín. 2008
[3] Wolton, D. “Las contracciones de la comunicación política”. En Pilles, G. Comunicación y Política. Barcelona, 1998. Pp. 89.
[4] Medina, G. y García, W. “Estado del arte de los estudios de la comunicación y violencia”. En Pablo Emilio A. Balance de los estudios sobre violencia en Antioquia. Medellín: Universidad de Antioquía, INER. Pp. 56.
[5] En la edad medieval, en las iglesias el rol del maestro era el de realizar la lectura de los libros sagrados. Sin embargo con el paso de los años esta labor de lectura queda en manos de los discípulos y los maestro se dedican a realizar comentarios sobre lo que se lee, esto en latín se expresa con las palabras pro fateri, esto es explicadores o comentadores de los textos escritos.
[6] El docente por su parte proviene del verbo latino "docere" que significa enseñar o saber y se refiere a la persona que sabe y que está capacitada para enseñar.Hasta el momento estas acepciones son significativas y positivas para nuestra profesión. Sin embargo, gran parte de los términos que se usan para designar nuestro quehacer en su origen no son muy amables, me refiero a los vocablos maestro, profesor y pedagogo.El concepto maestro proviene de "magistro", que significa el que enseña, se refiere en general al esclavo griego que posee una gran cultura y que se encargaba de instruir a los jóvenes romanos. Sin embargo, tal como lo señala Demóstenes, el concepto de maestro implicaba una superioridad moral e intelectual, en tanto que era capaz de "realizar en sí mismo lo que trata de realizar en los demás". Por ello es que siempre ha existido en la mirada del común de la gente una necesidad de juzgar el comportamiento de los profesores y ser exigente e implacable al evaluar a un docente que no cumple con lo que le corresponde a su labor. El término pedagogo por último se asocia con el concepto paedagogus, que se refería al esclavo que acompañaba a los niños en las lecciones. Este es un término derivado de paidagogós, que se une de paidós (niño) y agó (conducir o guiar)
[7] “Decir comunicación es hablar de procesos cargados de sentidos profundamente antagónicos. Pues, de un lado, la comunicación significa hoy el espacio de punta de la modernización, el motor y las transformaciones culturales que nos hacen contemporáneos del futuro, ya que, asociada al desarrollo de las tecnologías de información, la comunicación nos proporciona la posibilidad de alcanzar al fin de la definitiva modernización industrial, de la eficacia administrativa, de las innovaciones educativas y hasta del avance democrático que entrañarían las virtualidade descentralizadoras de la informática”. (Barbero; 2005; pp 117-118)
[8] Si bien, se ha intentado hallar una relación de complementariedad y no de exclusión entre lo político, la comunicación y la educación, resulta pertinente explorar la relación existente entre estos tres conceptos y el término de lo público. La idea de lo público es propio de lo que es común, lo que nos pertenece a todos, lo que es de interés general y no de aquel que identifica el concepto con el Estado, con lo publicable o con lo propio del espacio público. Lo público es lo visible, lo manifiesto, lo accesible. Lo público es lo colectivo, entendido como de interés o de utilidad común. Lo público, lo político, la educación y la comunicación propenden por la comprensión y la interacción entre diferentes actores; el compartir la escena que les es común[8]. La comunicación pública significa competencia y circulación de sentidos que la sociedad reconoce y tramita en su agenda, es decir, que se traduce en movilización social y acción cívica. Para Barbero, este asistir a la reconfiguración de las mediaciones exige que el carácter participativo de la democracia esté permeado por la escena pública que se construye en lo comunicativo. Sin embargo, cabe preguntarse si es posible hablar de comunicación política y pública como una posibilidad de construir democracia. Surge la necesidad de comprender la comunicación pública como eje para la construcción de bienes eminentemente públicos, toda vez que están intrínsecamente vinculadas con la necesidad de formar un ciudadano responsable y solidario, núcleo fundamental para la construcción de democracia participativa. Resulta pertinente, entonces, abogar por la necesidad urgente de crear espacios para que se dé una comunicación política y pública sobre los asuntos propios del ciudadano. “La idea de lo público es propia del ámbito de la argumentación, de la participación activa de la ciudadanía y la del aporte con contenidos, no sólo con la concurrencia de informaciones, a la idea del interés común”. Por tal motivo, es la escuela unos de los lugares por excelencia donde debemos incorporar los espacios de la formación, de la educación, del debate y la reflexión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario